La peligrosa obsesión por cambiar lo que somos

Una mujer recién operada, con vendajes en la cabeza, representa el costo físico y emocional de la obsesión por cambiar lo natural. La belleza auténtica no necesita bisturí.

Por Juan Carlos Bisonó

Vivimos en una época donde parecer vale más que ser, donde el espejo se ha convertido en juez y verdugo, y donde la búsqueda de aceptación externa pesa más que la paz interior. Me preocupa profundamente cómo tantas personas en especial mujeres están cayendo en la trampa de las cirugías estéticas innecesarias, intentando corregir lo que la naturaleza y Dios hicieron con perfección.

Cada día se multiplican los casos de intervenciones quirúrgicas para “arreglar” la nariz, la papada, los ojos, las nalgas, la espalda, el abdomen. Es una lista interminable de supuestas imperfecciones que se pretenden borrar, como si la belleza dependiera de un bisturí o de un molde estandarizado impuesto por las redes sociales. Pero lo más doloroso es ver cómo muchas personas pierden la vida o quedan con daños irreversibles, todo por perseguir un ideal que no existe.

¿En qué momento dejamos de aceptarnos como somos? ¿Cuándo comenzamos a creer que lo natural no basta? Esta obsesión por cambiar lo físico refleja, en el fondo, una profunda carencia emocional y espiritual: la incapacidad de amarnos con nuestras marcas, nuestras formas, nuestras historias.

En mi caso, yo me acepto como soy, con mis defectos y virtudes, y me siento orgulloso de ser quien soy. Solo si mi salud estuviera de por medio permitiría una intervención quirúrgica, porque creo que el cuerpo no es un objeto de exhibición, sino un templo que debemos cuidar, no modificar al extremo.


Es triste ver cómo, en nombre de la belleza, muchas personas se exponen a procedimientos inseguros, en lugares sin condiciones adecuadas, donde lo que menos importa es la vida humana. Todo por lograr una apariencia que, al final, ni garantiza felicidad ni asegura aceptación.

No se trata de condenar los retoques o procedimientos médicos responsables, sino de hacer un llamado a la reflexión: no vivamos descontentos con lo que somos, no busquemos en el bisturí la validación que solo nace de la autoestima.

La verdadera belleza está en la autenticidad, en la seguridad con la que caminamos, en la sonrisa sincera, en la mirada que transmite paz y bondad. No hay bisturí que logre eso.

A las mujeres y también a los hombres les digo con el corazón: no necesitan cambiar para valer. Ya son suficientes, ya son valiosos, ya son hermosos. No arriesguen su vida por una ilusión pasajera ni por complacer una moda.

Aceptarse es el acto más revolucionario en estos tiempos donde todo se retoca, se filtra o se finge. Ser uno mismo, con orgullo y gratitud, es la cirugía más perfecta que existe.

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